La relación entre la Argentina y Brasil no despierta gritos de guerra. Apenas susurros. Página/12 pudo saber que las presidentas dieron instrucciones de resolver las diferencias comerciales a nivel técnico. No es que Dilma Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner no se metieron. Se metieron. Se metieron para no meterse. A esta altura, sólo un milagro al revés podría convertir en escalada un problema que las presidentas quieren cada vez más pequeño.
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