Esa derecha no es abiertamente golpista sino ocasionalmente, porque la relación de fuerzas real no se lo permite, pero sí es destituyente
, o sea que lleva la desestabilización de sus respectivos gobiernos y sociedades al límite del golpe de Estado. Su arma principal son los medios de información, con los cuales intenta reforzar su hegemonía político-cultural. Por eso asistimos a un golpismo mediático que se concreta por medio de la desinformación, de la tergiversación de los hechos, del uso de calificativos sin sustento, de la sátira malintencionada, de la creación de miedos a la inseguridad, a las pandemias, a la crisis económica, todas las cuales no serían resultado –¡faltaría más!– del sistema capitalista sino del populismo
y de la ineficacia
y corrupción
de los gobiernos que no son simples peones del capital financiero (como, por ejemplo, el de Venezuela, el de Cuba, el de Bolivia, el de Ecuador y hasta el moderadísimo gobierno de Argentina).
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