En segundo lugar, la región es con mucho el lugar del planeta donde han surgido los mayores desafíos tanto al dominio imperial como al del capital, doble desafío que no encuentra en otra parte. Los procesos de cambios en Venezuela y Bolivia, sumados a las coyunturas de reformas abiertas en Paraguay y Ecuador, y a gobiernos que rechazan el Consenso de Washington en Brasil y Argentina, pero también en El Salvador y Nicaragua, dibujan un escenario preocupante para Estados Unidos.
Finalmente, la existencia de Brasil, una de los dos o tres potencias emergentes cuya influencia se expande en su ex patio trasero, supone un problema de gran envergadura, como demuestra la reacción a la visita del presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, a Brasilia. El reciente cruce de cartas entre Obama y Lula revela que el principal conflicto en la región no es entre la Casa Blanca y Chávez, sino con Brasil. Los puntos de fricción son demasiados: conferencia del clima en Copenhague, ronda de Doha, Honduras, Irán, Medio Oriente y Haití. Obama dijo que legitima las elecciones de Micheletti y Lula habló de decepción; Obama se permitió hacer sugerencias sobre el programa nuclear iraní, y Lula se enojó y apoyó sin vueltas a Ahmadinejad.
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