segunda-feira, 16 de novembro de 2009

Cómo financia EE.UU. a los talibanes


The Nation-ICH

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El 29 de octubre de 2001, mientras el régimen talibán en Afganistán estaba bajo ataque, el embajador del régimen en Islamabad dio una caótica conferencia de prensa frente a varias docenas de periodistas sentados en el césped. A la derecha del diplomático talibán estaba sentado su intérprete, Ahmad Rateb Popal, un hombre de impresionante presencia. Como el embajador, Popal llevaba un turbante negro y tenía una inmensa barba tupida. Tenía un parche negro sobre su ojo derecho, una prótesis en su brazo izquierdo y lA mano derecha deformada, resultado de heridas recibidas durante un accidente con explosivos durante una antigua operación contra los soviéticos en Kabul.

Pero Popal era más que un antiguo muyahidín. En 1988, un año antes de que los soviéticos huyeran de Afganistán, Popal había sido acusado en EE.UU. de conspiración por importar más de un kilo de heroína. Los expedientes legales muestran que fue liberado de la prisión en 1997.

(...)

Bienvenidos al bazar de contratación de tiempos de guerra en Afganistán. Es un carnaval virtual de personajes dudosos y de conexiones tenebrosas, con ex funcionarios de la CIA y ex oficiales militares que se unen con antiguos talibanes y muyahidines para cobrar fondos del gobierno de EE.UU. en nombre del esfuerzo de la guerra.

En este grotesco carnaval, los contratistas militares de EE.UU. son obligados a pagar a presuntos insurgentes para proteger rutas de abastecimiento estadounidenses. Es un hecho aceptado en la operación de logística militar en Afganistán que el gobierno de EE.UU. financia a las mismas fuerzas a las que combaten los soldados estadounidenses. Y es una ironía letal, porque esos fondos representan una cantidad inmensa de dinero para los talibanes. “Es una gran parte de sus ingresos,” dijo a The Nation en una entrevista uno de los altos funcionarios de seguridad del gobierno afgano. En la práctica, funcionarios militares de EE.UU. en Kabul calculan que un mínimo del 10% de los contratos de logística del Pentágono –cientos de millones de dólares– se utiliza para pagar a insurgentes.

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