Cuando descubrió que el cuerpo de su hija María Luz tomaba forma de mujer, Margarita no creyó que había parido a una niña índiga o cristal. Lo que le ocurría a su nena de cinco años se acercaba más a una mutación hormonal que al nacimiento de seres humanos con capacidades superiores. Y su olfato materno no se equivocaba; María Luz experimentaba un desarrollo con síntomas puberales que a los 60 meses de vida le había provocado el crecimiento de senos. Los médicos no pudieron diagnosticar con precisión lo que estaba ocurriendo aunque más de una década después el cuadro de la paciente puede ajustarse a lo que provoca la ingesta elevada de isoflavonas, los fitoestrógenos que se encuentran en la soja.
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