En lo que parece ser una nueva y peligrosa fase de la crisis, las
tensiones generadas por la crisis del euro están comenzando a
desestabilizar las democracias europeas. Casi dos años de dudas y
divisiones, de falta de coraje y de visión política para adoptar una
solución europea están cebando la desafección ciudadana, tanto hacia las
democracias nacionales como hacia el propio proyecto europeo. Como
hemos visto en Grecia y en Italia, la agudización de la crisis coloca a
los líderes políticos entre la espada y la pared. Por un lado, temen que
si adoptan nuevas y más severas medidas de austeridad sin una
contrapartida en forma de planes de estímulo que garanticen un horizonte
de crecimiento económico, los ciudadanos se acabarán volviendo contra
ellos y, desde las urnas, las calles o los Parlamentos, llevándoselos
por delante. Pero, al mismo tiempo, saben perfectamente que si se
resisten a adoptar esas mismas medidas de austeridad, los mercados les
penalizarán elevando su prima de riesgo y forzando una intervención
exterior, lo que desencadenará su caída, o llevará a que sus socios
europeos retiren el apoyo financiero que les venían prestando, lo que
también provocará su caída.
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Um comentário:
E olha que o El País não é nenhum jornal esquerdista...
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