"Preparen la champaña que mañana a las once firmamos el acuerdo", comentó en la noche del pasado jueves Vilma Morales, jefa del equipo negociador del Gobierno. Todo estaba a punto para que la crisis hondureña se resolviera al aceptarse que fuera el Congreso nacional el que decidiera la restitución de Manuel Zelaya en la presidencia. Presionado por el sector más duro de los empresarios, el gobernante de facto Roberto Micheletti reculó en el último minuto; el champaña no se descorchó.
Acompañada por oficiales del ejército y de la policía vestidos de civil, Marta Lorena Alvarado, viceministra de Exteriores de Micheletti, irrumpió en el piso octavo del Hotel Clarion en donde se celebraba el diálogo para intimidar y vigilar a los propios negociadores del Gobierno. Al presentarse la contrapropuesta de Micheletti de que fuera el Tribunal Supremo –con 13 de los 15 magistrados contrarios a Zelaya- el que tomara la decisión sobre el restablecimiento del orden constitucional alguien dio un fuerte golpe sobre la mesa. Y la mesa redonda del diálogo se desplomó física y simbólicamente al plegarse una de las tres patas. El incidente sirvió para rebajar un momento de mucha tensión.
Leia a íntegra em LA VANGUARDIA.
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